Resumen de la escuela de Frankfurt a la recepción activa. Alejandra Islas
De la escuela de Frankfurt a la
recepción activa
La
Escuela de Frankfurt tuvo una enorme influencia en los estudios de comunicación
en América Latina, lo cual sienta las bases para el desarrollo de teorías como
la Recepción activa y la Mediación Cultural.
La
aportación del artículo “Recepción y usos de la Escuela de Frankfurt en los
estudios latinoamericanos de la comunicación” resulta interesante por la
presencia del pensamiento frankfurtiano en diferentes países de América Latina:
Argentina, Venezuela, Brasil, entre otros, son muestra de ello.
El
uso de los medios de comunicación como instrumento de dominación por parte de
los dueños del capital para manipular la masa es estudiado y denunciado en las
reflexiones críticas de los pensadores de la Escuela de Frankfurt. La Escuela
de Frankfurt analiza de una forma muy oportuna la actuación de los medios
masivos de comunicación y las intenciones de sus dueños por someter a los
receptores, a quienes veían como clientes pasivos de un gran mercado. Max
Horkheimer, Teodor W. Adorno y Herbet Marcuse estaban impresionados ante el
desarrollo y la influencia que lo medios tenían sobre los receptores en las
décadas de los 1930-1950, y la poca o nula aportación que hacían a la evolución
de la sociedad, incluso, Adorno expresó que el cine era “el máximo exponente de
la degradación cultural”.
Para
los filósofos de Frankfurt, la industria cultural viene a ser una nueva versión
del círculo vicioso de la humanidad, pues más que estar al servicio del hombre,
lo envuelve en una verdadera fantasía existencial en la cual lo bueno, lo malo,
lo bonito, lo feo, lo positivo, lo negativo, todo será según como dicha
industria cultural lo dicte. Claro que, como en todo, habrá excepciones, y un
ejemplo se encuentra en la película El gran dictador, de Charles Chaplin, en la
que se manifiesta el discurso antifascista por la libertad. Los golpes del
horror nazi marcan la visión filosófica de estos pensadores y los llevan a
retomar la siguiente frase de la Alemania hitleriana , “Ninguno tendrá frío ni
hambre: quien lo haga terminará en un campo de concentración”.
Teoría Culturológica
La
Teoría Culturológica, a diferencia de la Teoría Crítica, trata de encontrar los
puntos de coincidencia entre la producción de los medios de comunicación y las
soluciones teóricas y prácticas para poder establecer una comunicación entre
industria y arte, pero, sobre todo, se interesan por la cuestión de cómo
industrializar la cultura sin que ésta pierda su identidad nata, alejándose así
de las posturas radicales de los frankfurtianos. Para Agustín Girard, “las
máquinas culturales’ han transformado la vida cultural de la inmensa mayoría de
la población en los últimos treinta años más que en los cien anteriores”.
Las
industrias culturales no necesariamente significan, en opinión de Girard
(París, 1982), un concepto negativo para la comunicación de masas, ya que –como
él mismo ejemplifica– gracias a las mismas, en 1978 la “Novena Sinfonía” de
Beethoven fue interpretada por la Orquesta Filarmónica de Berlín para 120
millones de oyentes en toda Europa.11 Y, en otro ejemplo, tenemos el caso de
los videos, los casetes y los discos compactos, los cuales posibilitan que
millones de espectadores tengan acceso a diversos productos culturales que, de
otra manera, estarían fuera de su alcance.
Más
allá del pensamiento y la razón, el género humano tiene que luchar contra su
instinto natural, el cual lo lleva a buscar la conformación de dos grupos: los
dominados y los dominantes, los de arriba y los de abajo, los que ejercen y los
que simplemente siguen el poder.
A
diferencia de los teóricos de Frankfurt, quienes le atribuyen un inmenso poder
al emisor, un culturológico como Richard Hoggart, en su libro La culture du
pauvre, (Mattelart y Neveu, p. 72) señala: “Nunca hay que olvidar –al referirse
a los medios– que esas influencias culturales ejercen una acción muy lenta
sobre la transformación de las actitudes y que a menudo son neutralizadas por
fuerzas más antiguas”,18 dándole reconocimiento al perceptor como un individuo
pensante, capaz de discernir los mensajes que tratan de imponer los medios
masivos.
El
receptor, en su capacidad de apropiación, es capaz de distorsionar los mensajes
dominantes, logrando una desincorporación mediante la cual, quienes no ostentan
poder y acceso a los medios de comunicación, son capaces de apropiarse de
elementos de la cultura dominante y usarlos desde su propio punto de vista.
La recepción activa
Los
primeros estudios de la comunicación de masas arrojaron teorías –como la de la
“aguja hipodérmica”20 (Lozano, 1996, p.168) – en las que el receptor era
simplemente un ente pasivo y manipulable. Sin embargo, a partir de los años
cuarenta se empieza a cambiar el enfoque de los estudios de comunicación,
transitando de la prominencia que se le daba al emisor hacia la revaloración
del papel del receptor en el proceso de comunicación. La Teoría de Usos y
Gratificaciones es un fruto de este nuevo enfoque en el que se concibe al
público como activo, se considera que los medios compiten con otras fuentes de
necesidades, que las personas tienen conciencia de sus intereses y que, con
base en lo anterior, deciden si un medio le es útil o no. Los primeros estudios
de recepción activa tienen su origen en la Escuela de Constanza, en Alemania,
corriente literaria representada por Wonfang Iser y Hans Robert, quienes tratan
de encontrar la relación comunicativa entre los textos literarios y el lector.
Una relación que no es pasiva, una relación en la que el lector se apropia del
texto y lo acopla a sus contextos. Un individuo educado para la recepción se
apropia de los mensajes, los asimila y los transforma en experiencias de vida
que confronta con los grupos a los que pertenece, convirtiéndose así de sujeto
en receptor activo, muy alejado del receptor-consumidor o del receptor
hipodermizado.
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